jueves, 3 de diciembre de 2009

La Gran Escritora

Ella encontró un lugar en su mundo, ese imaginario universo de ideas desconocidas que aveces no podía entender, con sus pensamientos profundos e ideando teorias sobre la vida misma. Pensó que sería su gran oportunidad de poder demostrar su creatividad.

Ojos cerenos de cejas perfectas y de una mirada que construye optimismo aparecieron frente al invisible espejo de su habitación con una sola idea, la de ganar el primer luagar, pues la cual nunca se interesó en concursar y ahora lo quiso por razones para dar el gran salto a la fama esa maravillosa cosa que aveces temía.

- Tengo un problema - le dijo y sus dientes fueron débiles al temblar de su mandibula.

Aquel joven de tristes ideas respira con poco aliento alimentando lentamente su agonía.

- Por favor… tu sabes que me hiere verte triste.

Animándose a poder calmarse, el silencio era común al principio de sus complejas conversaciones. Pobre de él, que sufría por cualquier cosa o circunstancia fuese alegre o felíz. Tan solo (quiero hablar con tigo) de su novia, era suficiente para alterar su presión y perder el balance emocional.

- Yo tengo que vivir en estados unidos por un tiempo… y nos separaremos por tiempo indefinido. - dijo ella, sepultándolo.

Lo entendía; más el lo sabía, pero nunca lo almacenó en su archivo mental de aceptaciones de la realidad que siempre estaba desorganizado. Lo tenía escondido por uno de esos rincones. Entonces al oírla y pensar en sus necesidades quiso haceptar la realidad.

Confuso y aturdído se reanimó pensando que lo mejor para ellos fué el tiempo que pasaba de improviso resolviendo sus problemas pasando el día lleno de miradas con las luces a poca intensidad.

Amanecío frio y gris con pocas gotas de agua que parecían copos de escarchas. Era una mañana faltosa del calor matutino en el pueblo. Ella tenía sus hojas de maquinillas en blanco llenas de esperanzas. Hambrientas de tintas esperando en el antiguo escritorio de su pequeño estudio. Su cama con sus sábanas encima como si tratando de esconder su delicado cuerpo, en tanto ella no podía pensar en nada, ni en algo que valiera la pena de que sea bueno, pues tampoco lograba mover ninguna parte de su cuerpo quedando inmóvil durante horas en la mañana y así pasó el lapso momentaneo pensando en que escribiría con su mente agotada sin alcanzar el vuelo imaginario de poder crear. ¿acaso sería el viaje que la enfocaba en sus preocupaciones?. Esa era una larga cuestión de preguntas que se creaba en sin lograr acuerdo alguno dentro de si.

- ¡ Hola !… - Le dijo con tono engreido al escuchar su voz por el auricular del telefono.

- Princesa ¿cómo te sientes?… ¿has escrito algo? - Fue directo y preciso a su pregunta.

- No… no he podido pensar en algo que valga la pena, osea que te veré mas tarde.

Al caer la tarde, el aferrado mal tiempo continuó su afanosa lluvia llorando lágrimas desde las nubes a todo el pueblo e incomodándoles el camino al salir del modesto restaurante, tan solo un pequeño paraguas cubría la mitad de aquellos cuerpos abrasados que desde lo lejos parecian sólo uno. Entrando así en el taxi que afuera los esperaba.

- ¿Qué has pensado escribir? - Fue su primera pregunta.

- Es increible… últimamente mi cabeza da vueltas sin poder concentrarme en por lo menos algún cuento - Se le notaba una incomodidad en sus gestos y prosiguió - Aveces quiero salir corriendo de todo esto.

El quedó callado, llegandole a su mente el viaje de ella, el que le daría un fuerte golpe. No quiso hablar sobre ello y no habalaron más hasta llegar a la casa de ella donde su madre esperaba con ansias a los novios. Nada significativo sucedió al llegar, pero él se sentía confuso invadiéndole en su mente una pregunta eterna. ¿qué haría solo sin ella, y que pasaría allá?. Sin embargo, ella no quiso escribir esa noche y se durmió tranquila entre sus sábanas.

Por fin amanece soleado llenándole de ánimos en el escritorio, para manchar el papel con la dulce tinta negra de su estilográfica que el le regaló, y mirando el blanco papel trató de crear un ambiente, fallando otra vez sin poder lograr nada. Era el inmóvil deseo de escribir, atrapada por el tiempo su enfurecimiento fue notable, saltando de la habitación corriendo hacia la calle sin rumbo alguno.

Al caminar veía las personas pasar por su lado sin pensar en que pasaba sobre su mente. Al fin y al cabo entró en el cementerio de la ciudad. Sola y sin deseo de compañía se sentó en uno de los pocos bancos que habían.

- ¡ Que triste y relajante lugar es éste, lástima que esté lleno de muertos ¡

Un eco de risas y sollozos salían de algún lugar, pero ella pensaba y examinaba cada detalle de su mente. Cruces de cemento, hojas cayendo en la suave grama aclararon su visión, y ahí fue cuando decidió correr con sus papeles en la mano, tomando el control de la situación y llegando a su casa con gran rostro de felicidad se encontró con él, dándole un beso.

- He decidido cancelar el viaje - Fue una improvisión precisa de ella.

Más él, sorprendido enmudeció su boca sin saber que preguntar atendiendo a su explicación.

- También terminé el cuento - dijo.

- ¿Y cómo se llama? - preguntó él.

- ¡ La gran escritora ¡ - Terminó diciendo.

Y enseñandole el supuesto cuento, él se asombró al mirar aquellas blancas hojas hambrientas de tinta sin letra alguna.

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